Ocho experiencias imprescindibles en el país centroamericano.
Guatemala tiene fama de ser el país más diverso de Centroamérica, el destino ideal para los viajeros que buscan paisajes y experiencias diferentes. Un encuentro con lo más auténtico del mundo maya, grandes dosis de aventura, esplendor colonial y maravillas naturales poco frecuentadas.
1 La gran joya maya
Tikal
2 Hermoso envoltorio colonial
Antigua
La antigua capital de Guatemala es, probablemente, su destino más imprescindible. El catálogo de reliquias coloniales que consrva es impresionante, con fachadas color pastel que se extienden a los pies de tres volcanes. Gracias a las decenas de academias de español, hay muchos estudiantes que llegan atraídos por el ambiente y por la oferta educativa. Ningún otro lugar del país combina de modo tan magnífico la gastronomía y vida nocturna, la turística venta de souvenirs en los mercados, una hermosa placita central repleta de fuentes y vistas de postal desde prácticamente cada esquina de la ciudad. Tal vez el milagro de Antigua sea su resistencia. A pesar de los terremotos, las erupciones volcánicas, las inundaciones y el abandono, ha resurgido una y otra vez gracias al orgullo de sus habitantes.
3 Una postal guatemalteca
Lago Atitlán
Esta enorme mancha de agua completa el trío de visitas imprescindibles de Guatemala; e incluso provoca arrebatos poéticos en los viajeros más curtidos. De origen volcánico, en ocasiones plácido, en otras turbulento, el lago está rodeado de volcanes y sus orillas salpicadas de pueblos como Santiago Atitlán, de floreciente cultura indígena, o San Marcos, un refugio para los que quieran conectarse a la energía cósmica de este lugar. Para completar la estancia, se puede sobrevolar en parapente en Santa Catarina Palopó, realizar una travesía en kayak desde Santa Cruz La Laguna o practicar senderismo por alguna de las fabulosas rutas que discurren por sus orillas. Los pescadores navegan por el lago en rústicas embarcaciones, mientras las indígenas, ataviadas con sus vestidos multicolores, hacen la colada junto a sus aguas. Las fotos espectaculares están aseguradas.
4 Encuentro indígena
Chichicastenango
Sus habitantes la llaman Chichi, para abreviar, y para el viajero supone una ventana abierta a la tradición indígena guatemalteca, ya que para los habitantes de la zona, que hablan maya quiché, Chichicastenango sigue siendo un verdadero cruce de caminos y un lugar cargado de espiritualidad. En la iglesia de Santo Tomás, en el centro del pueblo, y en el cerro de Pascual Abaj, al sur, los rituales mayas se sincretizan con la iconografía cristiana. El mercado que se instala dos veces por semana ofrece recuerdos de extraordinaria calidad, sobre todo textiles, así como máscaras de madera. Rodeada de valles y montañas, Chichi parece como aislada en el tiempo y el espacio, con sus estrechas y adoquinadas calles y sus tejados envueltos en la niebla.
5 La vieja frontera
Río Dulce
Al pueblo de Río Dulce, en el extremo oriental del lago de Izabal, lo siguen llamando Fronteras, un recuerdo de otros tiempos, cuando el río que le da nombre solo se podía cruzar en trasbordador y este era el último enclave de civilización antes del largo y dificultoso viaje hacia El Petén. Los tiempos han cambiado y actualmente un puente enorme salva el cauce y las carreteras son las mejores del país. El Río Dulce conecta las aguas del Izabal, el mayor lago de Guatemala, con la costa del Caribe. Su sinuoso caudal invita a un paseo en lancha, a través de un valle de altas pendientes, vegetación exuberante cantos de aves y escurridizos manatíes. No se trata de un crucero turístico (aquí, el río es un modo de vida y una vía de transporte), pero se puede atracar en un par de lugares para visitar comunidades fluviales y aguas termales, que convierten la travesía en una experiencia inolvidable.
6 Zambullida selvática
Semuc Champey
Guatemala no cuenta con muchas pozas de agua dulce que inviten a darse un chapuzón, pero el oasis selvático de Semuc Champey es una excepción. Famoso por su puente natural de piedra caliza, de 300 metros de longitud, hay cascadas de agua color turquesa que se precipitan formando un conjunto de piscinas naturales en un entorno idílico que, para muchos, es el lugar más bello del país. Se puede visitar en una apresurada excursión de un día, pero no hay razón para conformarse con tan poco; Semuc y sus alrededores son el mejor exponente de la Guatemala rural. Además, un kilómetros antes de llegar a Semuc Champey, un desvío conduce a las Cuevas de K’anba, para muchos, mucho más interesantes que las más famosas de Lanquín.
7 Experiencia urbana
Quetzaltenango
Xela, como se conoce coloquialmente, podría ser la ciudad guatemalteca perfecta: no es ni muy grande ni muy pequeña, y tiene bastantes hoteles y restaurantes sin haber perdido, eso sí, su identidad. Para los viajeros es una experiencia urbana más amable que la capital y su mezcla de paisajes de montaña, vida indígena, arquitectura noble y cierta sofisticación permite conocer la auténtica vida urbana de Guatemala. Muchos vienen para estudiar español en los numerosos institutos de idiomas, como el prestigioso Celas Maya, o para iniciar excursiones a destinos de montaña como la laguna Chicabal –lago volcánico y lugar de peregrinación para los mayas– o las Fuentes Georgianas, una encantadora estación termal.
8 Una mirada sobre la selva profunda
El Mirador
Enterrada en lo más profundo de la jungla de El Petén, a solo siete kilómetros de la frontera mexicana, la ciudad de El Mirador contiene el mayor conjunto de edificios mayas del país, entre ellos la pirámide más grande construida por dicha civilización, la Danta, desde donde se domina el techo selvático. Los aventureros más audaces –la caminata implica un mínimo de seis días entre fango y mosquitos, a menos que se haga en helicóptero– encontrarán en El Mirador una oportunidad emocionante de explorar los orígenes de la historia maya, en un lugar donde aún trabajan equipos de arqueólogos con los que se puede conversar.
FUENTE: http://elviajero.elpais.com/elviajero/2017/03/01/actualidad/1488373772_031986.html